miércoles, 23 de noviembre de 2016

Hace un mes que ya no estamos juntas, que no nos vemos las caras.
Suena de novela, pero la ultima vez que nos vimos fue en un aeropuerto. Quizá toda nuestra historia fue como una novela.
No sé si te extraño, no sé si te aún te amo, no sé si quiero verte, quiero hablarte ¿para qué? ¿qué te digo? Tengo ganas de saber, y a la vez no me importa.
Sé, lo siento, lo vivo, que esto fue lo mejor.
Duele. Te pienso siempre. Me acuerdo de las cosas que quedaron, los perros, los gatos.
Sé que la casa no está igual. ¿Aún habrás dejado el cuadro con nuestras fotos?
A veces siento que actuaras como si no hubiera pasado nada, que esos 2 años fueron un absoluto error.
Hoy te lloro. Ayer también. Mañana también te voy a llorar, y pasado quizá.
Aunque no quiero todo el tiempo escucho la palabra "México". Voy a la panadería y el que atiende justo habla de México, hago zapping y hay una noticia de México.
No sé.
Solo sé que este será un proceso largo, que todavía no empezó.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Como una mirada hecha en Sonora... arranca la canción de Luis Miguel.
Se me piantaron unas lágrimas, no voy a negarlo. Me repuse al segundo, Luis Miguel no puede hacerme llorar.
Extraño Sonora. Hermosillo particularmente. Fue mi hogar durante casi 2 años.
Algunos días busco fotos, lloro un rato y sigo.
Escucharlo a Luismi, qué se yo... Aunque ¿Luismi iba a Sonora? Poco.
Hace un calor que te quema hasta la última fibra que no sabías que tenías.

Una de las experiencias más maravillosas que viví ahí fue tomar café en el Mercado Municipal, sentada al lado de otros sonorenses, tomando Café Combate o de talega.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Hoy te odio. Te odio fuerte. Mucho.
Lloré. Solo quise estar tirada en la cama debajo de la frazada sin hacer nada.
Me acordé de todas las palabras hirientes que dijiste, de la situación, del momento, del lugar, de cómo me sentí y cómo me siento ahora. Te odio.
Pude ver que siempre me engañaste, aunque fuera virtual.
Demasiadas veces te dije que no me gustaba que tuvieras contacto con tu ex, no te importaba y en mi cara vivías comunicandote con ella.
¿Cuánto falta para que la veas? Si aún no la viste.
¿Cuánto falta para se amen sin culpas?
Hoy entiendo que en tu vida fui una pareja de transición. Conmigo quisiste tapar los huecos que no pudiste con ella. Conmigo quisiste casamiento, hijos y más, todo menos amor. Querías demostrarle a ella que podías tener una pareja estable. Todo lo que me proponías era para ella, porque siempre estuvo en tu vida, hasta en la mía sin querer.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Buenos vecinos

- ¿Otra vez? ¿Qué pasó?
Venía de mitad de cuadra con bolsas pesadas y caminando lento porque su perro está viejito.

¡La puta madre! Pensé. Ahora me va a querer preguntar todo.
Nos juntamos en la mitad de la calle, enfrente de la casa de Dorita.

-¿Qué pasó que volviste?
- Me separé.
- ¡Qué raro!

No le respondí. ¿Qué raro, qué? ¿Tanto sabés de mi vida como para opinar que es raro que yo me separe? Desde que me fui hasta el momento nunca te hablé, ni te escribí, ni tenemos nada en común como para que sepas de mi vida, pero ahí estabas sabiendo qué y cómo.

- Sí, me separé. A veces las cosas no funcionan, y bueno... acá estoy.
- Sí, te entiendo...
- No es que esté super, pero la llevo- me anticipé a la pregunta de ¿por qué te separaste?
-¿Dónde estás viviendo? Seguro que con tus viejos.
-Sí, vivo con mis papás.
- ¿Estás en la casa de adelante? Porque nunca la alquilaron, así que lo mejor es que vivas ahí...
¿Estás viendo a tu sobrino? Imagino que lo ves todo el tiempo.

Era una comunicación cómoda e incómoda. Por un lado ella me preguntaba y se respondía sola, yo solo tenía que afirmar sus palabras. Por el otro sabía más de mi vida de lo que yo suponía.
Así será en todos los barrios. Todos saben aún más que uno mismo de los pormenores de tu intimidad.

martes, 27 de septiembre de 2016

Chupa alfalfa


Que te pincha, que te pincha el cardo
por delante y por detrás...

Las modas en nutrición, las nuevas dietas que te dejan flaquita, divina para el verano, los jugos mágicos que te limpian hasta lo que no comiste el día que viniste al mundo y los sabores regionales hacen de la gastronomía algo divertido.
De un tiempo a esta parte se pusieron de moda quienes comen sano, muy sano, demasiado sano. Empezaron los vegetarianos. Estos que poco a poco dejaban todas las carnes, aunque nunca se negaban a un choripán o una costillita a la parrilla. Verlos en un asado daba un poco de pena... Era respetable, porque ellos no cambiaban ni querían evangelizar con sus nuevas prácticas.

Hasta que... aparecieron los veganos. Esta moda de mierda que pretende evangelizar y demonizar a todo aquel que come carne o compra huevos que no son orgánicos.

Escuché a un chef decir "los únicos huevos orgánicos que hay en este restaurante son los del chef". por supuesto que nunca escucharon los clientes. ¡Válgame Dios y todos los pepinos del mundo!

Volvamos con los veganos o chupa-alfalfa. Sus planteos llegan a irritarme, me aburren, me cansan. Parecen no tener mas tema de conversación que la plantación de cebolla de verdeo. Si en algún momento se te ocurre mencionar la emoción de comer una milanesa a la napolitana te van a saltar al cuello como locos, tu actitud se compara con la de un violador o un asesino a sueldo.

¿De que se trata la cadena alimenticia? Los mismos animales se cazan entre sí para alimentarse. Así funciona el mundo animal desde el inicio de los tiempos.
Mis queridos veganos sigan chupando alfalfa. Los quiero.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Quizás porque...

En momentos de hostilidad elijo meterme en la ostra. Encerrarme en mis emociones y preguntarme todo, lo que duele y lo que no, porqué, cómo, para qué, qué gano y qué pierdo. Responderme cada una de esas preguntas, aunque duela, aunque haya que llorar hasta secarse, aunque queme.
Y puede durar una semana, 5 minutos o 3 horas. El tiempo depende de cuantas preguntas tenga que hacerme.

No hay un solo problema. Hay varios que resolver. El problema mas grave es uno solo, desde ahí salen mas, todos relacionados. En este momento tengo que resolver problemas básicos además de emociones, pero ¿si no estoy bien desde mi ser cómo puedo ver con claridad el resto?

En este momento las preguntas son muchas. El miedo parece aun mas grande. Pienso en mis amigas, que con situaciones un poco mas complejas salieron bien paradas y ahora tienen un camino armado y futuro prometedor.


A veces pienso en buscar una tarotista o alguien que lea las manos, pueda predecir el futuro, darme nombres o alguna cosa exacta para ver con mas claridad. Puede que sea la solución.

viernes, 8 de julio de 2016

El churrero


Es 8 de julio, feriado puente, víspera de bicentenario. Son las 7 de la mañana. No puedo dormir. La panadería está cerrada, ya fui dos veces; ni siquiera hay olor a rico.
Me queda el churrero.

En el exterior no hay churrero, nadie pita a las 6 de la mañana y se te esboza una sonrisa.
En Buenos Aires el churrero te avisa que te tenés que levantar y que tu desayuno puede ser maravilloso o conformarte un simple mate mal hecho, un café frío o un vaso de leche a las apuradas.

El silbido del churrero del barrio es todo un icono. No es solamente el señor que te vende los churros recién calentitos. Es ese hombre que te saca una sonrisa desde temprano, es el laburante que te hace ver que no te podés quejar porque él se levanta mucho mas temprano que vos, pedalea muchas horas y encima tiene buen humor, es el que te da la noticia bomba del día, es el que conocemos todos, el que tiene las mejores bolitas con dulce de leche, es el que te salva la resaca post noche descontrolada un domingo con frio.

Si no silba "lo tenés que llamar". Porque el churrero puede ser cualquier cosa menos sordo. Si le silbás él te responde hasta que se encuentran los silbidos. Tiene un sentido de la ubicación maravilloso.

Cuando no sabés silbar estás jodido. ¿Hacer una gordi-señal? ¿Llamarlo "Señor Churrero"? ¿Esperar en la puerta de tu casa hasta que aparezca? ¿Telepatía?

¿Qué ha pasado en este barrio tan tranquilo, tan callado? ¿Y quién dio la orden de cambiar el mundo? escribió Fito en La casa desaparecida.
Es temprano, es feriado y no pasa el churrero...

domingo, 3 de julio de 2016

Traslados emocionales

Es sábado a la noche, no voy a salir. Hace frío, llueve y seguirá lloviendo por varios días más.
Un té, calefacción, pantuflas, un poco de música relajada.
Durante el día viví 3 historias distintas: una mujer que se separó hace poco tiempo y tiene problemas con su ex; otra mujer que después de 10 años recibe el llamado de su abuelo y una última mujer que tiene otro problemas con su marido.
¿Qué une a todas estas historias? La culpa. El traslado de la culpa.
Las acusan de manipulación, de falta de atención, trasladan sus culpas a otros.

Un padre se aleja de su hija, no sabe como comunicarse con ella, se enoja y como defensa usa problemas anteriores. Él es manipulado como lo fue su padre. Intenta hacer creer que vive la misma situación de su padre: un hombre manipulado por la madre de sus hijos. ¿Qué tiene que ver con la situación que vive? ¿Qué culpa tienen los demás de esto? Ninguna.

Un abuelo ausente que después de 10 años llama por teléfono. Por supuesto su nieta no reconoció su voz. Entonces preguntó ¿No querés ver a tu abuelo?
¿Qué es lo que hace este abuelo? Trasladar la culpa de no verse a su nieta. Fue ella quien dijo que no quería ver a una persona que no conoce y con quién en sus 25 años de vida tuvo pocos encuentros (todos promovidos por otros y de los que desapareció pronto).

Un marido que padece una enfermedad, que vive acostado, que pide a los gritos que lo tapen o le lleven remedios, que es la víctima de todos los demás. Cuando le dicen que él mismo puede levantarse y resolver esas situaciones responde: "No te preocupes, ya no te voy a pedir nada".
También traslada la culpa.

Así es un manipulador: Siempre son otros quienes causan los problemas. Entonces ¿Cómo hacer para que esto no afecte? El otro es el otro. Nadie es culpable de los miedos o los problemas de los demás. Suena fácil decir que no hay que cargarse con culpas ajenas.

viernes, 1 de julio de 2016

Dicen que dicen

Una de las preguntas que escuchamos en la infancia fue ¿Qué se dice? 
Sin pensarlo (ni sentirlo) respondíamos "perdón", "por favor" o "gracias" dependiendo de la situación. 
Hoy automáticamente repetimos esas palabras porque así somos respetuosos y podemos convivir en sociedad. En mi caso pocas veces las digo porque las siento. Es una costumbre. 

Pocas veces nos dijeron ¡Preguntá! 
Las cosas eran así porque eran así. Cuando cuestionábamos porqué inmediatamente recibíamos estas palabras: "Es así porque yo lo digo. Soy tu madre y no se discute más". 

Hoy creo que la palabra mágica no es "por favor" sino "¿Por qué?" 
¡Cuán fácil sería todo si las explicaciones fueran claras!
Nos enredamos en eso que algunos dicen que otros dijeron que cuando él dijo lo que dijo no quiso decir lo que algunos dijeron. Entonces nadie dijo nada, la verdad absoluta de la que nos quieren convencer se vuelve una mentira que pasa de boca en boca. 
¿Qué pasaría si preguntásemos sin suponer? 

Las redes sociales y los medios de comunicación están llenos de opinólogos y analistas magistrales de situaciones. Dicen que los argentinos resuelven el mundo en una charla de café, y no está fuera de la realidad. En la mesa de cualquier bar si hay dos argentinos seguramente te quieran vender la solución a todos los problemas, pero se termina el café y estos solucionadores seriales vuelven a la casa y no practican nada de lo que dijeron. ¿Por qué? Porque ninguno pregunta, todos suponen que saben. 

Una de las funciones de los bares de barrio es la opinión. Saben la vida de cada uno de sus vecinos, y si no la saben la inventan. Así la hija de Pedro es puta, el marido de Susana es cornudo con el sodero, Graciela es borracha, Nelly está muy enferma porque bajó de peso muy rápido, Sergio se fue del barrio porque el hijo es ladrón... Una vez en la mesa después de solucionar algún problema momentáneo empiezan a solucionar los problemas conyugales de otros. 

Me acuerdo que discutía mucho con mi abuela cuando sus charlas se basaban en la crítica de la vida de los vecinos. Su respuesta era contundente: Medio mundo critica al otro medio. Y no te atrevas a decirle que estaba equivocada. 

Otro ejemplo son los periodistas de la farándula. Deambulan por todos los medios posibles analizando y suponiendo sobre la vida amorosa de cualquier artista. Deciden que su accionar fue incorrecto porque tendría que haber hecho otra cosa. Hasta que se da vuelta la moneda y algunos de esos "problemas" son propios. 
No aprendimos a ver nuestros problemas sino a censurar los problemas de los demás. Aprendimos a cuestionar las acciones del otro y considerar que se equivoca sin conocer los porqués.

domingo, 24 de enero de 2016

Experimentando

Con esto de la adultez llegan algunas conclusiones apresuradas, frases hechas que se repiten en mi cabeza: "Te venís mas grande y la paciencia se te va a la mierda" "Después de los 30 los años se pasan volando" y así. 
La paciencia nunca fue mi mejor cualidad, de hecho nunca tuve esa cualidad. Este año experimenté toda la paciencia que jamás tuve. Es horrible ser paciente. Fui paciente porque creí que toda mi arrongancia y soberbia no eran bienvenidas en el extranjero. Practicamente anulé 30 años de vida porteña. Uno de los peores errores que cometí en mi vida ¿Por qué? Supongo que quería agradar, que no quería avasallar cuando estaba en desventaja, tampoco quise ganarme enemigos porque sí. 
El punto es que paciencia ya no me queda. La agoté. 
Conozco las situaciones comunes, siempre son iguales. Una vez que las detecto me relajo y evito conflictos porque sé que no voy a tener lo necesario para soportar eso. Busco cosas para hacer, me voy, leo, juego con los perros, limpio. En fin, me alejo. Es mas sano. 
Aprendí que muchas veces el silencio es la mejor respuesta. Lo aprendí a las piñas, con lágrimas. Dar explicaciones a quien no quiere escuchar es para angustiarse. Tampoco hago lo que no quiero hacer. 

Aprendí que es mejor quedarme sola haciendo lo que quiero que estar acompañada haciendo lo que no quiero hacer. 

lunes, 18 de enero de 2016

Resucitar

Día duro para mí. Dije BASTA. Me dije basta.
Entonces hablé. Me puse un interlocutor que no estaba. Era un psicólogo imaginario. Lloré, me reí, me enojé.
Es verdad que la unica forma de descubrirse es hablando. Me escuché. Dije una frase que me dejó temblando. Mientras le hablaba a mi psicólogo imaginario le dije que me sentía Ave Fenix porque había cambiado mucho y con ese cambio entré a la adultez. Sigo teniendo a esa niña interna que no quiere crecer, que se quita edad porque los 30 le dan miedo, pero asumí mi adultez.
En ese momento, mientras me escuchaba, sentí una liberación tremenda de abrir los ojos a eso. La niña interna entró en pánico. ADULTEZ. Soy adulta.
Soy eso a lo que le tenía miedo. Soy una mujer plena en etapa de transición. Soy hija, pero ya no soy "la nena", esa nena que papá no quiere ver crecer, que vió crecer cuando se subió a un avión y mudó su vida a otro país.
El tema acá es que esa nena no se dio cuenta en ese momento. 1 año después de eso puedo verlo.
Viene a mi cabeza la imagen de subir la escalera mecánica con una mochila, una valija de mano, papeles listos, lista para embarcar. Al pie de la escalera estaban mis papás llorando porque me iba. Intentaba contener las lágrimas, no quería que me vieran llorar.

Ellos veían que la nena iba a hacerse adulta en el exterior, a crecer a golpes y no podían hacer nada, ya no podían cuidarla o protegerla si se golpeaba.
Yo pensaba en mi nueva vida sin pensar que los cambios que me venían iban a ser duros, me iba a golpear y tenía que enfrentar esa batalla con todas mis armas. No supe con qué armas contaba hasta que tuve el primer fondo emocional. Ahí pude verme, con miedo. No quise ver todo.

En meses cumplo 32 años. Y ya no siento verguenza, no tengo miedo de crecer. Ya no soy la hija mayor que no quería crecer. Mi hermana siempre fue más adelantada que yo, maduró mucho antes. Cuando me decia que era una pendeja, que no podía hacer lo que hacía como una adolescente eterna me enojaba mucho. Tenía razón. Dicen que no hay mas ciego que el que no quiere ver. Estuve ciega.

Releer

Pocas veces releo aquello que escribi cuando necesitaba soltar una emocion. Siento que es perder el tiempo, es revolver la mierda, dar vuelt...