Se vieron durante un mes y medio, o poco menos.
Un encuentro que solo olía a sexo un sábado a la noche. Todos los sábados a eso de las 9 de la noche se encontraban en su casa, tenían relaciones, algunas charlas entre coito y coito, quizá alguna cena impuesta en un restaurante y no mucho más.
-Yo no quiero una relación estable, ni noviazgo, ni conocer a tu familia. Te estoy dando todo lo que puedo y quiero dar a esta relación. A veces me siento presionada con tus palabras. No me gusta que me digas mi amor, mi cielo, bonita, te extraño. No te puedo responder de la misma manera porque no lo siento.
- Lo sé, pero es mi forma de ser. Yo le digo así a la gente que quiero. Tenés que acostumbrarte. No te pido que me ames ni una relación estable.
Todos los sábados pasaban por el mismo diálogo. Aparentemente se entendían, aunque era evidente que una de ellas no entendía que esa relación no iba a llegar a nada más.
Intentó varias veces cortar la relación, con eufemismos y con palabras claras, sin poder lograrlo. Siempre eran las mismas palabras. "Yo sé que no querés ningún compromiso, pero no tiene sentido perder esto que tenemos". Había que inventar una mentira lo suficientemente clara para que entendiera ya no había más: Volví con mi ex. Era la mejor excusa.
-¿Vas a volver a vivir lo mismo? ¿A que te lastimen? ¿A que te manipulen?
- ¿Y vos como sabes todas esas cosas si yo no te conté nada?
- No lo sé, lo estoy suponiendo.
- No supongas, ni tampoco hables de mi ex de esa manera. Además no tengo que darte ninguna explicación de lo que hago ni de porqué decido volver con ella.
- Yo no quiero que te lastimen. Sos una buena persona, hermosa, dulce (...) y no te mereces que te lastimen.
- Déjame a mi decidir lo que quiero con mi vida, y ¿Cómo sabés que me van a lastimar? Seguís suponiendo cosas.
- Yo tengo que decirte algo que tengo muy dentro de mí, pero tengo que decírtelo en persona.
- No quiero verte. Si me lo querés decir me lo dirás por teléfono por mensaje.
- No, te lo digo en persona.
- No quiero verte.
Unos 15 minutos de charla telefónica para que entendiera que no había mas, ni quería verla. Optó por soltar esas palabras tan escondidas.
- Es que me enamoré de vos (entre llantos). Por lo menos déjame ser tu amiga o verte de vez en cuando, aunque sea mandarte un mensaje.
- Otra vez te lo digo, no quiero verte ni comunicarme con vos. Soy y fui clara. Estoy tratando de ser respetuosa, pero me llevás a decirte cosas que sabes que te lastiman.
En apariencia se había terminado la charla y la relación sin relación.
A la mañana siguiente aparecen los mensajes lastimosos
Mensaje 1:"Me presenté a trabajar, pero me siento mal, lloré toda la noche, te extraño. Por favor déjame verte por ultima vez"
Mensaje 2: "Tengo los ojos hinchados, me siento mal, le iba a decir a mi jefe si me puedo ir, pero voy a aguantar. No comí nada, no dormí por llorar toda la noche"
Ningún mensaje tuvo una respuesta. La bloqueó.
Entonces llamó de otro número, mandó mensajes mendigando amor una vez más.
El ultimo mensaje fue una amenaza. "Te juro que cuando salgo de trabajar voy a ir por tu barrio a preguntar por vos"
Tendrás que sacarte te bello antifaz. (Tendré que aprender a amar- Fito Paez)
miércoles, 15 de marzo de 2017
miércoles, 1 de marzo de 2017
Manipulación encubierta
Es él. O es su cultura. O ambas cosas.
Es tacaño hasta el extremo, aunque la avaricia no conoce de fronteras. Importa poco que el tacaño haya nacido en algún país de América o de Oceanía, simplemente es tacaño.
En una convivencia es importante cuidar los límites de la miseria, no es solo una cuestión de dinero sino de respeto, de limpieza, de diálogo.
Un lenguaje complejo y completo, con vueltas, con palabras lindas puede entenderse desde un lugar de respeto y construcción, pero cuando escuchamos aquello que esconden esas palabras tan hermosas, en una oración perfectamente construida y con un mensaje que pretende ser edificante, solo vemos que el mensaje es absolutamente ofensivo, degradante e insultante.
Esas son las mismas palabras que manipulan, que tergiversan. Parece muy simple aprovecharse de los bienes de los otros con un discurso de armonía con el universo, planteando el dinero y los bienes materiales como simples conductores hacia una sociedad que se devora a sí misma.
Esta liviandad de vida, de armonía, de despojo también utiliza bienes materiales y emocionales. La máquina necesita alimentarse para poder producir, y qué mejor hacerlo con las comodidades ajenas.
El respeto a la humanidad, a los seres vivos, a la naturaleza, al cosmos, para estos tacaños parece no entender aquello que plantea la vida y la sociedad en la ciudad. Es indispensable la conectividad, el agua para bañarse, la calefacción cuando hace frío y la refrigeración cuando hace calor, siempre que la provea aquel de quien se quejan por vivir y ser parte de la maquinaria capitalista autodestructiva.
Respetando las formas, las palabras, las diferencias culturales y los conceptos, en cualquier diccionario ser tacaño es escatimar excesivamente en los gastos. Hay un uso en desuso del concepto tacaño que implica, en palabras de la Real Academia Española, "Astuto, pícaro, bellaco, y que engaña con sus ardides y embustes"
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